miércoles, 13 de octubre de 2010

El guardián entre el centeno

Este trocito de "El guardián entre el centeno" me recuerda mucho a una conversación que tuve, hace tiempo, con mi padre. Creo que es uno de los fragmentos que más veces he leído (casi puedo recitarlo de memoria); en primer lugar, porque me encantaría mantener una conversación parecida alguna vez con alguien, y no ser yo la que bostece; y, en segundo lugar, porque es la razón más convincente que he oído -quizá la única que podría valerme- para centrarme seriamente y con buen humor en mis estudios. Y... tener una razón, para lo que sea, siempre anima.


—Y sé que esto no va a gustarte nada —continuó—, pero en cuanto descubras qué es lo que quieres, lo primero que tendrás que hacer será tomarte en serio el colegio. No te quedará otro remedio. Te guste o no, lo cierto es que eres estudiante. Amas el conocimiento. Y creo que una vez que hayas dejado atrás las clases de Expresión Oral y a todos esos Vicens...
—Vinson —le dije. Se había equivocado de nombre, pero no debí
interrumpirle.
—Bueno, lo mismo da. Una vez que los dejes atrás, comenzarás a
acercarte —si ése es tu deseo y tu esperanza— a un tipo de conocimiento muy querido de tu corazón. Entre otras cosas, verás que no eres la primera persona a quien la conducta humana ha confundido, asustado, y hasta asqueado. Te alegrará y te animará saber que no estás solo en ese sentido.
Son muchos los hombres que han sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú. Felizmente, algunos de ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá algún día de ti si sabes dejar una huella. Se trata de un hermoso intercambio que no tiene nada que ver con la educación. Es historia. Es poesía.
Se detuvo y dio un largo sorbo a su bebida. Luego volvió a la carga. ¡Jo!
¡Se había disparado! No traté de pararle ni nada.
—Con esto no quiero decir que sólo los hombres cultivados puedan hacer una contribución significativa a la historia de la humanidad. No es así. Lo que sí afirmo, es que si esos hombres cultos tienen además genio creador, lo que desgraciadamente se da en muy pocos casos, dejan una huella mucho más profunda que los que poseen simplemente un talento innato. Tienden a expresarse con mayor claridad y a llevar su línea de pensamiento hasta las últimas consecuencias. Y lo que es más importante, el noventa por ciento de las veces tienen mayor humildad que el hombre no cultivado. ¿Me entiendes lo que quiero decir?
—Sí, señor.
Permaneció un largo rato en silencio. No sé si les habrá pasado alguna vez, pero es muy difícil estar esperando a que alguien termine de pensar y diga algo. Dificilísimo. Hice esfuerzos por no bostezar. No es que estuviera aburrido —no lo estaba—, pero de repente me había entrado un sueño tremendo.
—La educación académica te proporcionará algo más. Si la sigues con constancia, al cabo de un tiempo comenzará a darte una idea de la medida de tu inteligencia. De qué puede abarcar y qué no puede abarcar. Poco a poco comenzarás a discernir qué tipo de pensamiento halla cabida más cómodamente en tu mente. Y con ello ahorrarás tiempo porque ya no tratarás de adoptar ideas que no te van, o que no se avienen a tu inteligencia.
Sabrás cuáles son exactamente tus medidas intelectuales y vestirás a tu mente de acuerdo con ellas.
De pronto, sin previo aviso, bostecé. Sé que fue una grosería, pero no pude evitarlo.


-S.D. Salinger.


2 comentarios:

  1. Así que las ganas de bostezar te recuerdan la charla con tu padre... ¿Es así? Mala sombra... ;)

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